domingo, 10 de agosto de 2025

Medio Ambiente

Contaminación química: Advierten que podría ser tan grave como el cambio climático

Mientras el mundo enfoca su atención en el cambio climático, una amenaza igual de peligrosa crece en silencio: la contaminación química. Según un informe reciente de Deep Science Ventures (DSV), la exposición diaria a sustancias sintéticas representa un riesgo crítico tanto para los seres humanos como para los ecosistemas, aunque aún está muy rezagada en términos de acción pública y conciencia colectiva.

De acuerdo con The Guardian, esta realidad invisible se esconde en lo cotidiano: en el aire que respiramos, los alimentos que comemos y los productos de higiene que usamos. Sin embargo, no existe una evaluación sistemática ni suficiente control sobre miles de químicos con los que convivimos, muchos de ellos con efectos devastadores en nuestra salud y el medio ambiente.

Una amenaza invisible en nuestra vida diaria

Es fácil imaginar la contaminación como humo o desechos visibles, pero la contaminación química opera de forma mucho más sutil. De las más de 100 millones de sustancias creadas por la economía industrial, entre 40,000 y 350,000 están activamente en uso comercial. Muchas de ellas nunca existieron en la naturaleza, y su toxicidad aún no está plenamente comprendida.

El informe de DSV alerta sobre una falsa sensación de seguridad: creemos que si algo está en el mercado, es seguro. Pero en realidad, las pruebas de toxicidad son limitadas y obsoletas. Hoy sabemos que incluso el agua de lluvia contiene químicos permanentes (PFAs), detectados también en casi todos los cuerpos humanos analizados.


Los efectos ya son visibles: desde problemas respiratorios hasta alteraciones endocrinas y reproductivas, pasando por trastornos neurológicos como el TDAH.

El aire, el agua y los alimentos que deberían nutrirnos, están impregnados de amenazas silenciosas.

Las fallas del sistema: ¿por qué no se actúa?

El informe pone el dedo en una llaga incómoda: la regulación actual simplemente no está funcionando. La mayoría de las evaluaciones de seguridad química ignoran los efectos acumulativos, las exposiciones prolongadas o las dosis bajas que pueden ser más dañinas de lo esperado. Esto es particularmente grave en el caso de los disruptores endocrinos, que no siguen un patrón lineal de toxicidad.

La forma en que se evalúa la seguridad está obsoleta. Asume que “menos es menos”, cuando en realidad, algunas sustancias son más peligrosas en microdosis. Esto invalida muchos protocolos actuales de prueba y permite la circulación de productos potencialmente peligrosos sin una supervisión adecuada.

Esta falta de control también se traduce en una enorme disparidad de información entre industrias, autoridades y consumidores. La contaminación química sigue siendo una caja negra para la mayoría de la población.

Impactos en salud: una pandemia silenciosa

El cuerpo humano se ha convertido en un depósito involuntario de compuestos tóxicos. El informe revela que más de 3,600 químicos sintéticos —solo en materiales en contacto con alimentos— están presentes en nuestros organismos. Ocho decenas de estos son considerados de alta preocupación.

La investigación documenta correlaciones y causalidades claras entre estas sustancias y enfermedades graves: infertilidad, cáncer, daños al sistema inmunológico, hepático, cardiovascular y más. Uno de los hallazgos más contundentes fue la relación directa entre pesticidas y pérdida de fertilidad o abortos espontáneos.

Esta no es una amenaza futura: ya estamos viendo los efectos. El 90 % de la población mundial respira aire que excede los límites recomendados por la OMS, y el aumento de enfermedades crónicas no transmisibles parece avanzar en paralelo con el crecimiento del uso de químicos industriales.

Plástico y permanencia: una crisis planetaria

La contaminación química va de la mano con otro desafío global: el uso excesivo de plásticos. Estudios recientes advierten que ya hemos cruzado el límite seguro de presencia de contaminantes ambientales, con plásticos y microplásticos presentes desde la infancia hasta la vejez.

Este fenómeno afecta no solo al entorno natural, sino que se infiltra en nuestros sistemas biológicos. La producción de plástico no solo no se detiene, sino que se acelera, sin control suficiente sobre sus consecuencias a largo plazo.

La llamada “crisis del plástico” es una manifestación palpable de cómo la falta de acción en torno a la contaminación química está alimentando otra emergencia ambiental de gran magnitud.

Innovación y responsabilidad: caminos posibles

A diferencia del cambio climático, la lucha contra la contaminación química podría tener un avance más ágil si se toman medidas inmediatas. El informe de DSV señala que este problema es más susceptible a soluciones impulsadas por el mercado y la innovación tecnológica.

Al identificar puntos críticos, es posible desarrollar nuevos productos, materiales y procesos más seguros para las personas y el ambiente. Las empresas tienen aquí una oportunidad estratégica: liderar con responsabilidad, rediseñando sus cadenas de valor con criterios más estrictos en química verde.

El impulso también puede venir del consumidor, cada vez más consciente. La demanda de productos libres de tóxicos, empaques más seguros y alimentos orgánicos podría redirigir la presión hacia fabricantes y legisladores.

Lo personal es político (y ecológico)

Harry Macpherson, autor del estudio, lo resume con una práctica personal: dejó de calentar alimentos en plásticos y ahora cocina en sartén de hierro fundido. No todos pueden hacer estos cambios, especialmente si los productos más seguros son más caros, pero incluso pequeñas acciones individuales pueden sumar.

Lavar frutas y verduras, elegir productos sin fragancias sintéticas, evitar aerosoles o preferir cosméticos certificados, son pasos realistas hacia una vida menos expuesta. Esta es una de las pocas crisis ambientales donde el consumo informado puede tener un impacto directo.

Por ello, la educación y el acceso a información confiable son clave. La contaminación química no puede seguir siendo invisible. Necesitamos convertir la conciencia en acción.

Ignorar la contaminación química es ignorar una emergencia de salud pública y ambiental que ya está en marcha. Aunque sus efectos son menos espectaculares que los incendios o las sequías provocadas por el cambio climático, sus consecuencias son igual de profundas y duraderas.

Para quienes trabajamos en responsabilidad social, esta es una llamada urgente a integrar criterios químicos en nuestras estrategias de sostenibilidad, innovación, compras responsables y bienestar humano. Porque no se trata solo del planeta: se trata de nosotros.

Y si lo que consumimos nos está enfermando, entonces no hay tiempo que perder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agenda Local

  Tejido de tiempo y tradición: Feria del Maíz y la Soberanía Alimentaria en Usaquén El próximo 17 de agosto , la comunidad de Usaquén se p...