Festival del Libro Parque 93 reunirá a escritores, artistas y libreros en Bogotá
Foto: SCRD
Del 1° al 4 de febrero, el Parque de la 93 será el escenario del Festival del Libro Parque 93, entre libros, libreros y librerías, una propuesta que tiene como objetivo la apropiación del espacio público y la oferta gratuita de eventos culturales en los parques de la capital colombiana. En esta ocasión, el país invitado de honor es Argentina y el departamento colombiano elegido es Chocó.
El Festival tendrá una atractiva programación cultural en la que participarán escritores, poetas, caricaturistas, músicos, reconocidos actores y personajes públicos del país, quienes realizarán conversatorios y presentaciones alrededor de la literatura. Así mismo, estarán presentes 25 librerías independientes de Bogotá, Chía, Envigado y Yopal; el Ministerio de Cultura de Colombia y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá.
El evento es organizado por la Asociación Amigos del Parque 93 y busca también fomentar la lectura y promocionar la venta de libros en los espacios públicos de la ciudad, así como realizar actividades lúdicas y recreativas de manera gratuita para todos los visitantes y el público en general.
Allí, además, las letras se manifestarán a través de la música con los mejores representantes del país, como: Inés Granja y la tradición ancestral Timbiquiereña, Jairo Ojeda, padre de la música infantil en Colombia; el Quinteto Leopoldo Federico, con una magnífica interpretación de tangos en honor al país invitado, Argentina; Fatso, Acústico y Sucio, con blues y jazz; y una gran fiesta literaria con Burning Caravan, donde se presentará una fusión de jazz gitano, sonidos bálcanicos, rock y música colombiana.
Además, de la participación del Ministerio de Cultura; la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte; Argentina, como país invitado; Chocó, como región nacional y El Espectador como medio aliado, este evento es posible también gracias al patrocinio de Redeban, la Cámara Colombiana del Libro (CCL) y la Asociación Colombiana de Libreros Independientes (ACLI).
Para tener en cuenta
Una de las razones que ha impulsado la organización del Festival del Libro Parque 93, entre libros, libreros y librerías, tiene que ver las recientes cifras presentadas por el DANE, donde se indica que si bien el 96,3% de la población colombiana mayor de 12 años sabe leer y escribir, menos de la mitad (47,5%) tiene el hábito de leer libros. A estos datos se suman los presentados por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), según los cuales, el 67% de los colombianos tienen desinterés por la lectura, siendo esta la mayor tasa de la región, seguida por Chile, con un 32%. Para el Cerlalc, los principales motivos por los cuales los colombianos no leen son: la falta de tiempo, los factores económicos (precios o bajos ingresos) y las condiciones de acceso a la infraestructura de bibliotecas y librerías.
“Lo anterior nos permite identificar la urgente necesidad que tiene el país de promover la lectura, brindar espacios para el acceso a libros y generar infraestructuras adecuadas que permitan mejorar el índice de hábitos de lectura entre los colombianos, en esa senda estamos trabajando desde la Asociación, con iniciativas como el Festival del Libro Parque 93”, afirma la directora Martha Helena Gómez.
Así mismo, el informe que el Cerlalc presentó, en el año 2016, indica que las librerías son el principal lugar de compra de libros, pues el 60% de la población latinoamericana obtiene los libros en estos lugares. Por eso, el Festival se convierte en el espacio ideal para reunir a las principales librerías independientes del país, que han decidido unirse a la causa de llevar la lectura a los espacios públicos de la ciudad.
Ven y enamórate de los libros, la ciudad y la cultura ¡Parque 93 te espera!
Con la historia de la pareja señalada de engañar y abandonar un perro en Bogotá recibimos una nueva lección sobre cómo NO usar las redes sociales. Sin pensarlo dos veces, muchos tuiteros que vieron el video del supuesto abuso de esa familia con el animalito replicaron y propagaron las imágenes sin hacer ninguna consideración. Como suele ocurrir en estos casos, los acusados se convirtieron en objetivo de matoneo por parte de muchos internautas convertidos en jauría.
Y luego, cuando se comprobó que todo era un malentendido, ya era demasiado tarde, pues el daño estaba hecho y las víctimas de la falsa denuncia habían sido objeto de insultos, difamaciones y amenazas. ¿Y los inquisidores? Como si nada. A eso conduce el frenesí virtual a tantas personas que piensan con el teclado y disparan sus trinos sin medir las consecuencias.
En medio de esa polémica, encontré por coincidencia un artículo de Ángela Patricia Janiot, la experimentada periodista de CNN en Español, quien hace un par de meses se despidió de esa cadena para ingresar a Univisión. En su nota titulada‘Las trece cosas que aprendí en mis 25 años en CNN’, nuestra paisana comparte una serie de reflexiones y recomendaciones que pueden ser de gran utilidad para sus colegas y también para los internautas; en particular, para aquellos que primero trinan y después preguntan.
“Piensa siempre que cuando cuestionas estás poniendo en duda la reputación y el buen nombre de las personas de las que hablas. La responsabilidad y la ética deben regir tu trabajo”. Si todos pusiéramos en práctica este primer mensaje, nos evitaríamos muchas injusticias en las redes.
Al despedirse de CNN en Español, Ángela Patricia Janiot comparte una serie de reflexiones y recomendaciones muy útiles para sus colegas y también para los internautas.
En el punto 3 hay otra buena recomendación: “No asumas nada, corrobora todo, confirma la información. Nunca confíes a ciegas en cualquier dato que te llegue. Las fuentes no siempre están entrenadas para ver las cosas con cierta imparcialidad y desprendimiento emocional. Ejercita tu curiosidad, investiga y nunca dejes de dudar y hacer preguntas. Si la información te llega a través de las redes sociales, duplica tus esfuerzos para verificar su veracidad y precisión”. Esta sugerencia les cae de perlas a tantos ociosos o ingenuos que no hacen más que reproducir cadenas de WhatsApp con noticias falsas o manipuladas. (Por supuesto, esto no les interesa a los que usan esa plataforma para desinformar, pero ese es un tema aparte).
Otra de sus propuestas se refiere al acelere del que somos víctimas los periodistas, pero que afecta a tanto tuitero que cree que es obligatorio reaccionar al instante. “Que el tiempo no te apure. Tómate esos minutos extras para confirmar o asegurarte de que lo que vas a decir y/o escribir es lo correcto. No olvides que la gente recuerda con mayor facilidad tus errores; no importa cuántos aciertos hayas tenido”. Para evitar la ansiedad, sugiero apagar las notificaciones del celular.
Y, por último, recomiendo el numeral 11: “Si te equivocaste, reconócelo y aprende las lecciones de tus errores; enmiéndalos. El periodismo nos hace a veces sentir poderosos, presumidos y vanidosos. Aprende a identificar las situaciones en las que tu ego te juega una mala pasada y pone a prueba tu profesionalismo”. Aquí toca pensar no solo en los errores de fondo sino también en los de forma; a ver si dejamos de echarle la culpa de las metidas de pata al corrector automático.
Turistas irresponsables convirtieron nevado del Tolima en un basurero
Cortolima rechazó este tipo de prácticas que ponen en riesgo el estado del frágil ecosistema
Varias bolsas de basura con residuos sólidos fueron halladas a 4.000 metros de altura en el nevado del Tolima, por personal del Cuerpo de Bomberos de Ibagué, Defensa Civil y Cortolima. Turistas son, al parecer, quienes dejan basura en el lugar.
El talento que tuvo que enfundarse pantalones para que le permitieran brillar
Genios disimulados, embozados, ocultos tras gruesos gabanes de caballero, sombreros de fieltro y bufandas negras de doble (o triple, o cuádruple) vuelta con los que ocultar la sonrisa y la mirada. Durante siglos la mitad de la población del mundo tuvo que tirar de disfraces y pantomima para poder pisar un aula. Las absurdas leyes que vetaban a las mujeres el acceso a la universidad obligaron a no pocas jóvenes a esconder su identidad para burlar la prohibición. También para desempeñar oficios que, como Medicina o Veterinaria, solo estuvieron al alcance de los hombres durante ciertos períodos de la historia. Científicas y profesionales a pesar de todo, de las restricciones y de la intolerancia.
Alcanzar un título académico no es sencillo. Despuntar en una carrera profesional e investigadora lo es menos aún. A esos dos retos, estas pioneras tuvieron que añadir otro esfuerzo todavía mayor: ceñirse la máscara, renunciar a su nombre e identidad para saciar su sed de saber. Dar la espalda a una parte de ellas para tener la oportunidad de realizarse en sus vidas en un sentido pleno. En otras ocasiones, optaron por vivir con la identidad masculina con la que se identificaban –más allá del sexo con el que habían llegado a la cuna–, lo que les abrió las puertas de las aulas. Cuando su secreto se desvelaba el escarnio y el castigo eran entonces aún mayores, azuzados por los mismos perjuicios emponzoñados.
El listado de mujeres que a lo largo de los siglos se han visto obligadas a recurrir a disfraces y nombres falsos es largo. Algunas han dejado huella en las crónicas. Por su éxito profesional o por la polémica que las golpeó cuando se descubrió su identidad. Muchas se han perdido probablemente en la oscuridad de la historia. Aquí se citan algunos casos. No están todas las que son. Sí son todas las que están.
Desde el Portugal del siglo XVI asoma el caso de Públia Hortênsia de Castro (1548-1595). Para poder acompañar a su hermano –un fraile dominico– a las aulas de la Universidad de Coimbra y estudiar Humanidades, Filosofía y Teología, se cuenta que Públia tuvo que vestirse de hombre. A lo largo de su vida la lusa, nacida en Vila Viçosa, destacó por su amplia erudición y compuso obras como Flosculus Theologicalis o Poezias Várias Latinas e Portuguezas, entre otros títulos.
Siglo y medio después de la muerte de Públia y a cientos de kilómetros de distancia, nacía en la Borgoña francesa Jeanne Baret (1740-1807), reconocida (hoy, claro está) botánica y primera científica en completar una vuelta al mundo. A pesar de su talento investigador e importantes aportaciones, a Baret se la suele recordar por cómo logró sus éxitos. Desde finales del siglo XVII las mujeres tenían prohibido embarcarse en navíos de la Marine Royale, así que cuando su amante, Philibert Commerson, botánico del Rey, tuvo que sumarse a la larga expedición de tres años de Lous-Antoine de Bougainville por Tierras Australes, la pareja se vio en un brete. Durante años Commerson había dado clases de botánica a Baret, hábil alumna. Con esos conocimientos, decidieron trazar un plan: Baret formaría parte de la expedición, pero no como Baret, ni siquiera como mujer. Se haría pasar por un joven marinero que asistiría a Commerson durante la singladura. Para evitar sospechas, cada uno embarcó en un puerto distinto. Durante el viaje, Baret recolectó gran cantidad de plantas y asumió la responsabilidad de la investigación cuando Commerson enfermó. Entre los dos recolectaron más de 6.000 especímenes, conservados en el Museo Nacional de Historia Natural de París. A pesar de su papel crucial, Baret no recibió reconocimiento hasta hace muy poco. Por el contrario, Commerson y Bougainville han visto cómo sus aportaciones quedaban fijadas a la historia al bautizarse con sus apellidos varias especies.
El arrojo de Baret va a la par del que mostró su compatriota Jane Dieulafoy(1851-1916). Exploradora, escritora, arqueóloga, se la recuerda de forma especial por los vestigios que halló en Susa junto a su marido, Marcel-Auguste, y que hoy pueden disfrutar los visitantes del Museo del Louvre. Entre 1897 y 1908 el matrimonio emprendió más de una veintena de viajes por la Península Ibérica, periplo del que se conservan las fotos tomadas por Jane en León. A esta mujer intrépida de Toulouse no se la recuerda solo por los frisos, capiteles… desenterrados en Persia. Suele evocarse por algo bastante más frívolo, pero que deja una prueba igualmente palpable de su determinación, la misma que le llevó a combatir con su marido en el frente: su costumbre de vestirse con prendas de hombre y llevar el pelo corto. Hoy a nadie sorprende ver retratos de una Jane de mirada firme, con el mismo corte de cabello que lucían los jóvenes de su época y ataviada con chaqueta y pantalones. Hace un siglo la cosa era diferente. Se cuenta que tuvo que recibir un permiso especial para mantener aquel aspecto, que a buen seguro le facilitaba su trabajo de campo y desplazarse de forma más segura y libre por Oriente Medio.
Contemporánea de Dieulafoy, aunque 30 años mayor, era una de las grandes pensadoras de la historia de España: Concepción Arenal (1820-1893). La gran escritora, intelectual y periodista del siglo XX tuvo que lidiar también con la estrechez de miras de su época. Entre 1842 y 1845, con poco más de 20 años, la insigne ferrolana tuvo que recurrir también al ropero de caballero para colarse en algunas clases de Derecho de la universidad. “Evidentemente no cursó la carrera, ni hizo exámenes, ni alcanzó ningún título, pues en este momento histórico las aulas universitarias estaban reservadas exclusivamente para los varones, pero sin duda enriqueció y afianzó su interés por las cuestiones penales y jurídicas”, explica la profesora María de los Ángeles Ayala Aracil, quien recuerda que fue en ese contexto en el que la escritora conoció a su futuro esposo, Fernando García Carrasco. No fue la única ocasión en la que Arenal tuvo que ocultar su identidad para recibir un trato de igual por parte de sus colegas. En 1860 atribuyó a su hijo Fernando la autoría del ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad, que premió la Academia de Ciencias Morales y Políticas. El engaño no duró mucho porque el vástago de Arenal solo tenía por entonces diez años, pero debido a la calidad innegable del texto la Academia decidió concederle el prestigioso galardón. Fue la primera vez en su historia que se lo otorgó a una mujer.
Si damos un salto hasta Irlanda descubrimos allí a otra pionera de voluntad de acero que también supo sobreponerse a los ridículos y casposos perjuicios de su época. Aleen Cust, primera médico veterinaria de Reino Unido, se encontró cuando quiso estudiar la carrera con que las puertas de la universidad le estaban cerradas por su sexo. En 1890 en los pupitres de la New Veterinary College solo se sentaban alumnos varones y el examen de colegiación vetaba a las mujeres. Para burlar esa barrera, Cust ocultó su nombre tras el pseudónimo de A. I. Custance, apellido que tal vez tomó de un famoso jinete de la época. Con el fin de convencer al decano, se sospecha que Cust tuvo que demostrar su gran talento académico. Aunque logró acceder a la formación, le privaron del título. El Consejo del Royal Collegue of Veterinary Surgeons (RCVS) rechazó su solicitud y la joven debió conformarse con una simple acreditación expedida en 1900 que daba fe de que había terminado sus estudios de forma provechosa. Con el paso de los años sería su propio prestigio profesional, ganado a pulso y con sudor, el que terminaría franqueándole el camino en Veterinaria y el respeto de sus colegas. Dos décadas después de aquel bochornoso capítulo de la RCVS, un avance legislativo permitió a Cust continuar con su lucha para acceder al reconocimiento oficial. Gracias a la Sex Disqualification (Removal) Act, que impedía que una mujer fuese excluida de una profesión por su sexo, Cust pudo solicitar el examen que le habían negado en 1900. Poco después era presentada como la nueva veterinaria de la vetusta sociedad.
Cust no fue la primera mujer en escudarse en una falsa identidad para saltar por encima de perjuicios machistas. La talentosa matemática parisina Sophie Germain (1776-1831) decidió recurrir al pseudónimo Monsieur Le Blanc para cartearse con el gran Carl Friedrich Gauss y que este no la denostase por su sexo. Germain es un ejemplo claro del talento que ha derrochado la ciencia por dar la espalda durante siglos a las mujeres. Como apuntan María Moledo Aparicio y Adela Salvador Alcaide, “la historia de Sophie es la de una matemática brillante que no pudo lograr su pleno desarrollo porque en sus años de formación no pudo acceder a una educación matemática formal, y en su madurez tuvo que trabajar en solitario porque una jerarquía científica, totalmente masculina, la excluía”.
Difícil encontrar una historia tan fascinantes como la de Margaret Ann Bulkley, quien pasó a la historia como el cirujano James Miranda Barry (cca. 1789-1865). Nacida mujer, vivió su vida adulta como hombre, se desconoce si por elección propia o para ingresar en la universidad y formarse como médico. De lo que no hay duda es de que no habría podido saciar esa vocación de Galeno si no hubiese cambiado su identidad. James (Margaret) estudió en la University of Edinburgh Medical School, donde se diplomó en 1812. Poco después se alistaba en la Armada Británica, con la que sirvió en la India o Sudáfrica, siempre bajo la identidad de James, un cirujano de carácter férreo. En uno de sus escritos la precursora de la enfermería profesional Florence Nightingale se quejaba de la “brutalidad” de Barry. “Era la criatura más endurecida que haya encontrado nunca”, apuntaría más tarde, tras saber que era una mujer. A lo largo de su carrera, James sirvió en Ciudad del Cabo, Isla Mauricio, Trinidad y Tobago, Malta, Corfú… contribuyendo a mejorar la salud de las tropas y las poblaciones nativas. Falleció en 1865, cuando frisaba los 80 años, en Inglaterra, al enfermar de disentería. Tras su muerte se descubrió que era una mujer.
Sin necesidad de salir al extranjero, encontramos en la España del siglo XVI un caso digno de ser recordado, el de Eleno de Céspedes, la primera cirujana de la historia de la medicina española. Este personaje fascinante, que vivió su transexualidad con valentía en la España de Felipe II, tiene una historia que sorprende aún hoy, casi cinco siglos después de su nacimiento, hacia 1545, en Granada. Eleno vivió los primeros años de su vida como una niña, trabajó como tejedora, se casó y llegó a tener un vástago que entregó en adopción. Descontenta con su vida, abandonó su hogar, se vistió de hombre y emprendió un periplo que le llevaría a combatir en la Guerra de los Moriscos de Granada. En Madrid se formó como cirujano –un título reservado entonces a los varones–, oficio que desempeñó en el hospital de la Corte y El Escorial. Eleno llegó a casarse con una mujer. Sometida a juicio, condenada a zotes públicos y reclusión, la historia del granadino es un ejemplo de arrojo.
Su periplo vital guarda paralelismos con el de la suiza Enriqueta Favez (1791-1856), nacida también niña pero que decidió vivir el género con el que se identificaba: el masculino. Ya como Enrique, estudió medicina y ejerció en el ejército de Napoleón y Cuba. Al igual que Eleno, se casó; y también como el granadino, tuvo que sufrir juicio, condena e incomprensión. Terminó ingresando en un convento y fue misionera en México.
Públia Hortensia de Castro, Jeanne Baret, Jane Dieulafoy, Concepción Arenal, Aleen Cust, Sophie Germain, James Miranda Barry, Eleno de Céspedes, Enrique Favez… vivieron en épocas distintas y sus historias están separadas en ocasiones por siglos y cientos de kilómetros. Sus circunstancias tampoco coinciden siempre. Nada tienen que ver por ejemplo los periplos de Públia o Concepción Arenal con los de Eleno de Céspedes o Enrique Favez. Sin embargo todas están unidas por una determinación a prueba de perjuicios, arrojo y preñada de pasión. Con su ejemplo, ayudaron a tumbar barreras.
Simone de Beauvoir (París, 9 de enero de 1908-París, 14 de abril de 1986) fue una escritora, profesora y filósofa francesa defensora de los derechos humanos y feminista.
Escribió novelas, ensayos, biografías y monográficos sobre temas políticos, sociales y filosóficos. Su pensamiento se enmarca en la corriente filosófica del existencialismo y su obra El segundo sexo, se considera fundamental en la historia del feminismo.
Desde su niñez, De Beauvoir destacó por sus habilidades intelectuales, que hicieron que acabase cada año primera de su clase. Compartía brillantez escolar con Elizabeth Lacoin (llamada Zaza en la autobiografía de De Beauvoir).
Desde adolescente, por otro lado, se rebelaría contra la fe familiar declarándose atea y considerando que la religión era una manera de subyugar al ser humano.
Hecho importante en el nacimiento de las ideas políticas feministas de Simone, toda su infancia será marcada por el hecho de haber nacido mujer: su padre no le escondió el hecho de que hubiese deseado un hijo, con el sueño de que hubiese cursado estudios en la prestigiosa Escuela Politécnica de París. Muchas veces le comentó a Simone: «Tienes un cerebro de hombre» de Beauvoir, Simone (1959). Silvina Bullrich, ed. Memorias de una joven formal (1967 edición).
Con solamente quince años, ya estaba decidida sobre la forma de este destino: quería ser escritora. Tras haber aprobado el bachillerato en 1925, De Beauvoir empezó sus estudios superiores en el Instituto Católico de París, institución religiosa privada a la que solían asistir las muchachas de buena familia. Allí completó su formación matemática, mientras que ampliaba su formación literaria en el Instituto Sainte-Marie de Neuilly. Tras su primer año universitario en París, logró obtener certificados de matemáticas generales, literatura y latín. En 1926, se dedicó a estudiar filosofía y obtuvo en junio de 1927 su certificado de filosofía general. Tras estas certificaciones, acabó licenciándose en letras, con especialización en filosofía, en la primavera de 1928, tras haber aprobado también unas certificaciones de ética y de psicología. Sus estudios universitarios concluyeron en 1929 con la redacción de una tesina sobre Leibniz, culminación de sus estudios superiores.1
La profesora
Tras haber sido profesora agregada de filosofía en 1929, De Beauvoir se preparó para ser profesora titular. Su primer destino fue Marsella. Sartre obtuvo a su vez un puesto en Le Havre en marzo de 1931 y la perspectiva de separarse de él destrozó a De Beauvoir. Para que pudiesen ser nombrados en el mismo instituto, Sartre le propuso que se casasen a lo que ella se negó. En La fuerza de las Cosas, explicó el porqué:
Tengo que decir que no pensé en aceptar aquella propuesta ni un segundo. El matrimonio multiplica por dos las obligaciones familiares y todas las faenas sociales. Al modificar nuestras relaciones con los demás, habría alterado fatalmente las que existían entre nosotros dos. El afán de preservar mi propia independencia no pesó mucho en mi decisión; me habría parecido artificial buscar en la ausencia una libertad que, con toda sinceridad, solamente podía encontrar en mi cabeza y en mi corazón.
De la misma forma, Beauvoir decidió no tener hijos.
La escritora comprometida
Las editoriales Gallimard y Grasset rechazaron su primera novela, Primaldad de lo espiritual, escrita entre 1935 y 1937, que se publicó tardíamente en 1979 con el título Cuando predomina lo espiritual. La Invitada se publicó en 1943; en esta novela, la escritora describía, mediante personajes ficticios, la relación entre Sartre, Olga y ella misma, a la vez que elaboraba una reflexión filosófica sobre la lucha entre las consciencias y las posibilidades de la reciprocidad. Fue un éxito editorial inmediato que la llevó a ser suspendida en junio de 1943 de la Educación Nacional, tras la presentación de una denuncia por incitación a la perversión de personas menores en diciembre de 1941 por la madre de Nathalie Sorokine, una de sus alumnas. Se la reintegró como profesora tras la Liberación; durante la Ocupación trabajó para la radio libre francesa («Radio Vichy»), donde organizó programas dedicados a la música.
Con Sartre, Raymond Aron, Michel Leiris, Maurice Merleau-Ponty, Boris Vian y otros intelectuales franceses de izquierda, fue la fundadora de una revista, Les Temps Modernes, que pretendía difundir la corriente existencialista a través de la literatura contemporánea. De forma paralela, continuó sus producciones personales: tras la publicación de varios ensayos y novelas donde hablaba de su compromiso con el comunismo, el ateísmo y el existencialismo, consiguió independizarse económicamente y se dedicó plenamente a ser escritora. Viajó por numerosos países (EE. UU., China, Rusia, Cuba…) donde conoció a otras personalidades comunistas como Fidel Castro, Che Guevara, Mao Zedong o Richard Wright. En los Estados Unidos, entabló una relación pasional con el escritor americano Nelson Algren con quien mantuvo una intensa relación epistolar, llegando a intercambiar unas trescientas cartas.
Su consagración literaria tuvo lugar el año 1949: la publicación de El segundo sexo, del que se vendieron más de veintidós mil ejemplares en la primera semana, causó escándalo y fue objeto de animados debates literarios y filosóficos. La Santa Sede, por ejemplo, se mostró contraria al ensayo. François Mauriac, que siempre tuvo animosidad hacia la pareja, publicó en Les Temps Modernes un editorial que creó polémica al afirmar: «ahora, lo sé todo sobre la vagina de vuestra jefa». El segundo sexo se tradujo a varios idiomas: en los Estados Unidos, se vendieron un millón de ejemplares, y se convirtió en el marco teórico esencial para las reflexiones de las fundadoras del movimiento de liberación la mujer.
De Beauvoir se convirtió en precursora del movimiento feminista al describir a una sociedad en la que se relega a la mujer a una situación de inferioridad. Su análisis de la condición femenina, en ruptura con las creencias existencialistas, se apoya en los mitos, las civilizaciones, las religiones, la anatomía y las tradiciones. Este análisis desató un escándalo, en particular el capítulo dedicado a la maternidad y al aborto, entonces equiparado al homicidio. Describía el matrimonio como una institución burguesa repugnante, similar a la prostitución en la que la mujer depende económicamente de su marido y no tiene posibilidad de independizarse.
Los Mandarines, publicado el 1954, marcó el reconocimiento de su talento literario por la comunidad intelectual: se le otorgó por esta novela el prestigioso Premio Goncourt. De Beauvoir era por entonces una de las escritoras con más lectores a nivel mundial. En esta novela, que trata de la posguerra, expuso su relación con Nelson Algren, aunque siempre a través de personajes ficticios. Algren, celoso, ya no aguantaba más la relación que unía a De Beauvoir y Sartre: la ruptura entre ella y Algren demostró la fuerza del lazo que unía a los dos filósofos, y la de su pacto. Posteriormente, de julio de 1952 a 1959, De Beauvoir vivió con Claude Lanzmann.
A partir de 1958, emprendió la escritura de su autobiografía, en la que describe el mundo burgués en el que creció, sus prejuicios, sus tradiciones degradantes y los esfuerzos que llevó a cabo para deshacerse de ellos pese a su condición de mujer. También relata su relación con Sartre, que calificó de éxito total. Pese a todo y a la fuerza del lazo pasional que aún los unía, ya no eran una pareja en el sentido sexual, aunque De Beauvoir se lo hiciese creer a sus lectores.
En 1964, publicó Una muerte muy dulce, que relata la muerte de su madre: Sartre consideró siempre que éste fue el mejor escrito de De Beauvoir. La eutanasia o el luto forman el núcleo de este relato cargado de emoción. A lo largo de su luto, a la escritora le acompaña una muchacha que conoció entonces: Sylvie Le Bon, estudiante en filosofía. La relación que unió a las dos mujeres era ambigua: madre-hija, de amistad o de amor. En su cuarto escrito autobiográfico, Final de cuentas, De Beauvoir declaraba que compartió con Sylvie el mismo tipo de relación que la unió, cincuenta años antes, a su mejor amiga Zaza. Sylvie Le Bon fue adoptada oficialmente como hija por la escritora, y se la nombró heredera de su obra literaria y de sus bienes.
Feminismo
Simone de Beauvoir definió el feminismo en 1963 como una manera de vivir individualmente y una manera de luchar colectivamente, explica la doctora en filosofía, Teresa López Pardina, una de las principales especialistas en la figura de la escritora y filósofa francesa.
No se nace mujer, se llega a serlo Artículo principal: El Segundo Sexo Beauvoir sostiene que “la mujer” o lo que entendemos por mujer es un producto cultural que se ha construido socialmente. Denuncia que la mujer se ha definido a lo largo de la historia siempre respecto a algo (como madre, esposa, hija, hermana) y reivindica que la principal tarea de la mujer es reconquistar su propia identidad específica y desde sus propios criterios. Las características que se identifica en las mujeres no les vienen dadas de su genética, sino por cómo han sido educadas y socializadas. Como resumen de este pensamiento escribió una de sus frases más célebres: “No se nace mujer, se llega a serlo”
Una voz solitaria denunciando la situación de las mujeres En 1949 cuando publicó El Segundo Sexo era una voz solitaria en la sociedad occidental en la que tras el movimiento sufragista y la obtención del derecho al voto femenino se había vuelto a recluir a las mujeres en el hogar. El libro que en su momento fue un escándalo y que con el tiempo se está considerado un “clásico” que permite hacer balance del recorrido hacia la igualdad de los sexos señala la filósofa Alicia Puleo. Las teóricas de las distintas y contrapuestas corrientes del feminismo (liberal, radical y socialista) que resurgiría en los años sesenta después de un largo paréntesis de silencio -señala Puleo- reconocer ser “hijas de Beauvoir”.
Referencia en las políticas de igualdad y los estudios feministas El ser humano considera Beauvoir no es una “esencia” fija sino una “existencia”: “proyecto”, “trascendencia”, “autonomía”, “libertad” que no puede escamotearse a un individuo por el hecho de pertenecer al “segundo sexo”. La idea fundamental de El Segundo Sexo —destaca Puleo— es hoy asumida por millones de personas que no han leído esta obra ni han oído hablar de ella y sus principios han sido incorporados a las políticas de igualdad europeas y han dado lugar a los estudios feministas y de género de centros universitarios de vanguardia. Beauvoir expresó en los términos de la filosofía existencialista todo un ciclo de reivindicaciones de igualdad de las mujeres que comienza con la Ilustración y lleva a la obtención del voto y al acceso a la enseñanza superior en primer tercio del siglo XX destaca la filósofa Celia Amorós.
Lucha por el derecho al aborto Beauvoir tuvo también un papel determinante en la legalización del aborto en Francia. Con Halimi fundó el movimiento Choisir y fue una de las redactoras del Manifiesto de las 343 -firmado por mujeres de la política, la cultura y distintas áreas de la sociedad francesa como la escritora Marguerite Duras, la abogada Gisèle Halimi o las cineastas Françoise Sagan, Jeanne Moreau y Agnes Vardà reconociendo haber abortado- publicado el 5 de abril de 1971 por la revista Le Nouvel Observateur. Sobre el aborto señaló:
“El aborto es parte integral de la evolución en la naturaleza y la historia humana. Esto no es un argumento ni a favor o en contra, sino un hecho innegable. No hay pueblo, ni época donde el aborto no fuera practicado legal o ilegalmente. El aborto está completamente ligado a la existencia humana…”.
La actividad de Simone de Beauvoir fue, junto con la Gisèle Halimi y Elisabeth Badinter, clave para lograr el reconocimiento de los malos tratos sufridos por las mujeres durante la guerra de Argelia.
Premio Simone de Beauvoir
En 2008, con motivo del centenario del aniversario de su nacimiento, se creó en su honor el Premio Simone de Beauvoir por la Libertad de las Mujeres a iniciativa de Julia Kristeva financiado por la Universidad Diderot de París con un montante de 20.000 euros para destacar a las personas comprometidas por su obra artística y su acción a promover la libertad de las mujeres en el mundo.