La biblioteca que convirtió las voces de sus vecinos en literatura
La Biblioteca Público Escolar Pasquilla, que este 8 de junio cumple dos
años, es una de las dos rurales con las que cuenta BibloRed. Desde marzo,
promueve el uso de notas de voz para contagiar de lectura a los vecinos de esta
vereda en tiempos de cuarentena.
Papá de mi vida,
mándame a la escuela,
que hoy el que no lee
lo llaman Tío Bestia.
El Gobierno manda
que todos aprendan,
para hacernos hombres
como otro cualquiera.
Porque el mismo cura
predica en la iglesia
que desde que aquí
hubo Independencia
Solo el que no lee
es gente plebeya.
Dylan lo lee con buena dicción, haciendo las pausas como corresponde.
Quizás no lo sepa, pero tiene un talento natural para emocionar a todos con sus
palabras. Es estudiante de primaria en Pasquillita, una de las nueve veredas de
la localidad de Ciudad Bolívar y que se extiende sobre 75 metros cuadrados, al
sur de Bogotá, a los pies del páramo de Las Mercedes.
Él es uno de los chicos que un día, espontáneamente, esculcó los libros
de su casa para luego compartir con los vecinos sus pasajes favoritos a través
de los dos parlantes con los que cuenta la comunidad para sus anuncios
parroquiales. Así, junto a los avisos que informan sobre fallecimientos,
jornadas de vacunación, consejos de autocuidado en cuarentena y tips para lograr
mejores cosechas, se cuelan decenas de audios cortos en los que voces como las
de Dylan narran historias.
La iniciativa nació de la mano de Vielsa Marroquín, una educadora nacida
en este territorio que desde niña sintió el llamado de su vocación como educadora.
En aquél entonces, cuenta, en su vereda no tenía cómo acceder a educación
secundaria. Con 11 años se marchó a zona urbana de Bogotá y mucho tiempo
después regresó convertida en licenciada en educación básica con énfasis en
lengua castellana.
Pero siempre quiso regresar al lado de los suyos. Y hoy es el rostro
detrás de la Biblioteca Público Escolar Pasquilla, que este 8 de junio celebra
dos años de fundación y es una de las dos rurales que integran la Red Distrital
de Bibliotecas Públicas de Bogotá, BibloRed. La otra está ubicada en Sumapaz.
Parada frente al reto enorme de no alejar de la biblioteca a los
habitantes de esta zona, en tiempos en que nos exigen no salir de casa, Vielsa
comenzó a reflexionar sobre cómo reinventar el lugar en plena cuarentena. En
ese camino tropezó con Nirza Morales, líder de la Biblioteca de Sumapaz, y
juntas comenzaron a explorar posibilidades para poner la tecnología al servicio
de ese propósito.
“Nos propusimos aprovechar las posibilidades de las notas de voz”,
recuerda Vielsa. Las dos bibliotecarias comenzaron entonces a grabar relatos
con sus propias voces para continuar con su labor de promoción de lectura y
facilitar el acceso a la información; y los compartían a través de WhatsApp. La
iniciativa, que comenzó el 30 de marzo y hace parte de la estrategia
#BibloRedEnMiCasa, tenía nombre: ‘Voces de familia en la ruralidad’.
Avivaban así el poder de la palabra, la soberbia tradición del relato
oral. Porque como bien lo escribió el cronista Alberto Salcedo Ramos, “una
palabra bien dicha desarma al enemigo, acerca al que se encuentra lejos, abre
puertas clausuradas, alegra al que está triste, apaga los incendios alevosos”.
Pronto advirtieron que sus comunidades querían sumarse a la tarea. Hoy,
al teléfono celular de la biblioteca de Pasquilla llegan audios que bien pueden
narrar un pasaje de Harry Potter, de Caperucita Roja o la Cenicienta, un poema,
retos para distraerse en casa, adivinanzas, una receta para cocinar arepas al
mejor estilo campesino o la fórmula para preparar los remedios caseros de las
abuelas para aliviar resfriados.
Llegan en voces como las de Ayelena Vilar, a quien le encanta leer
cuentos infantiles. O las de John Edinson Chibalá, Dilan Vargas o los hermanos
Nicolás, Alejandra y Mariana Ladino, que comparten audios en los que, gracias a
entrevistas con los adultos mayores, las cerca de 70 familias que habitan Pasquillita
aprenden sobre la historia de la vereda o sobre juegos tradicionales como el
tejo, la coca, el trompo y el lazo.
Otras veces, los abuelos se vinculan con sus propias grabaciones.
Relatos cargados de saberes campesinos en una vereda, distante a solo 13
kilómetros del casco urbano de la capital del país, que durante años ha
dedicado sus tierras al cultivo de alimentos como papa, arveja, habas,
hortalizas, cubios, ibias y chuguas.
Los relatos de grandes y chicos se comparten, de lunes a sábado, a las 5
de la tarde, en cápsulas que no pasan de los cuatro o cinco minutos. Siempre
ayudados por don Fredy Alma, tendero y líder comunitario de la vereda, quien
desde el equipo de sonido de su negocio se encarga de amplificar las voces de
su comunidad. “Los niños están muy entusiasmados, quieren grabar, quieren
escucharse. Es un modo de educación nuevo”, asegura don Fredy.
Este uso insospechado de WhatsApp ha trascendido de otras maneras. “Como
los niños no pueden acceder por estos días a la biblioteca para hacer sus
tareas y consultas, yo se las mando por ese medio. A veces incluso les descargo
videos con información más completa. Así ellos sienten que la biblioteca les
sigue perteneciendo”.
Es que, para Vielsa, una biblioteca rural es lo más cercano a un “oasis
en medio del desierto. Una oportunidad que tenemos los campesinos para acceder
al conocimiento, pero sin perder nuestra idiosincrasia, nuestra cultura. Voces
de familia es una estrategia de las bibliotecas públicas escolares de
Pasquilla y Sumapaz que busca llevar la lectura a cada familia campesina de los
territorios rurales mediante a través de literatura infantil y juvenil,
crónicas, ensayos, cartas, textos informativos sobre la actual pandemia”,
asegura Vielsa Marroquín.
Ya varios vecinos le han preguntado sobre la suerte de esta iniciativa
cuando pasen los malos días y la biblioteca abra de nuevo sus puertas. Vielsa,
que cree como nadie en el poder las palabras, ya dio la suya y se comprometió a
no dejar morir la estrategia. Para que todos se sigan escuchando. Para que
todos sigan aprendiendo.
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