Ambientalismo popular
El ambientalismo popular es
esa toma de conciencia que se extiende a todos los sectores del pueblo para
defender los recursos naturales en aras de que la agricultura sea viable y la
seguridad alimentaria no quede amenazada. En las ciudades ese tipo de ambientalismo
es la determinación de vastas capas poblacionales para defender los parques, la
arborización, los humedales, los ríos urbanos, el espacio público, para que
todo no sea obras grises o cemento.
Alberto Ramos Garbiras1
En dos universidades se llevó a cabo en Bogotá una cumbre
ambiental, empezando la tercera semana de julio 2019. El ambientalismo es una
corriente de pensamiento y de acción para proteger el planeta tierra en lo
inmediato; respecto a Colombia, se trata de proteger los recursos naturales
(aguas, aire, suelos, etc.) con pronunciamientos, marchas, estudios de
difusión, prácticas agrícolas correctivas, políticas de prevención, mitigación,
reparación; lucha contra la corrupción incubada en las Corporaciones Autónomas,
contra la mediocridad de algunos directores; y otras acciones que alertan sobre
casos de depredación, como lo ocurrido en Cali con el humedal El Cortijo en el
Valle del Lili, al desecarlo para pavimentarlo con un terminal de buses, y en
el Río Pance convirtiéndolo en una cloaca que recibe aguas sanitarias, para
solo citar dos ejemplos. Ambos casos con la aprobación de la CVC que tolera y
sustenta lo contrario de lo que por ley le corresponde hacer, desvía la
protección de los recursos naturales para ser complaciente con la
administración municipal o con los constructores lo cual deja entrever
elementos de corrupción evidente.
Como lo expresa el exministro
Manuel Rodríguez Becerra, “…Corregir
las formas destructivas de la acción humana sobre la naturaleza, y, en segundo
término, el reconocimiento de que la naturaleza impone unos límites al
desarrollo social y económico, un hecho que está soportado por los cientos de
miles de estudios y hallazgos de las ciencias de la tierra. Precisamente, haber
transgredido el límite de la carga de gases de efecto invernadero en la
atmósfera ha llevado a la crisis climática”.
El ambientalismo popular es esa
toma de conciencia que se extiende a todos los sectores del pueblo para
defender los recursos naturales en aras de que la agricultura sea viable y la
seguridad alimentaria no quede amenazada. En las ciudades ese tipo de
ambientalismo es la determinación de vastas capas poblacionales para defender
los parques, la arborización, los humedales, los ríos urbanos, el espacio público,
para que todo no sea obras grises o cemento. Ante los daños gravísimos en los
ecosistemas urbanos (ríos convertidos en caños, humedales desecados por los
urbanizadores, tala en los cerros circunstantes, etc.) la población reacciona y
solicita orientación, surgen los veedores ciudadanos, las personas se
instruyen; la afectación del entorno hace que se produzca una toma de
conciencia y de aprendizaje bioético. Los temas ambientales están dejando de
ser un asunto de especialistas, la necesidad de enfrentar la destrucción y
frenar la pérdida en la calidad de vida conforman factores del ambientalismo
popular: actitud de grandes capas de la población para proteger su hábitat.
El glifosato y su uso aéreo sigue
siendo un riesgo para la salud de los campesinos y de la biodiversidad. Esta
sustancia debería prohibirse también sobre los cultivos lícitos como la caña de
azúcar porque dañan aguas, flora, suelos y afectan la agricultura tradicional
pudriendo frutas y hortalizas: arrinconando y quebrando a los minifundistas.
Los depredadores niegan el cambio
climático y se burlan de los ambientalistas hasta compararlos con terroristas
como lo hizo hace poco el alcalde Armitage de Cali. Los negacionistas agencian
intereses de los constructores o del capital foráneo, y existen negacionistas
por omisión, es decir, conociendo las consecuencias adversas, no hacen nada
para evitar los daños.
El petróleo mueve el modelo
económico globalizado, los combustibles fósiles no están siendo sustituidos por
combustibles alternativos para evitar el efecto invernadero. Los negacionistas
como Donald Trump o Jair Bolsonaro, acatan las presiones de las multinacionales
y empresarios que financian su permanencia en el poder. El mal ejemplo cunde.
La adopción del fracking terminaría de perjudicar los ecosistemas en Colombia.
Por eso la cruzada de Gretha Trumberg desde Suecia y en los foros mundiales hay
que admirarla. Con su huelga escolar climática ha sumado cantidad de jóvenes
clamando por el respeto de las medidas adoptadas en las cumbres mundiales, las
COP como la 21 de París donde se recogen los resultados científicos del panel
Mundial el Cambio Climático.
La vida de un ser humano es
imposible en solitario durante dos etapas: la niñez y la vejez. Debe estar
asistido por la familia. La vida en las ciudades es imposible sin los recursos
naturales (agua, aire y suelos). Pero las ciudades están siendo afectadas y
cercadas por los constructores desecadores, por los mismos alcaldes ignorantes
sin instrumentos de planeación, y por los agroindustriales que amenazan la
huella ecológica y alteran los ciclos de agua dejando es riesgo la seguridad
alimentaria. Los servicios ambientales de las ciudades vienen del campo, desde
lo rural discurren las aguas que hacen parte de cuencas con sus microcuencas, por
lo tanto, hay que respetar los bosques. En Cali el parque Natural los
Farallones no está debidamente protegido y la sostenibilidad de la ciudad
depende de la conservación, pero los bosques están siendo devastados por las
innumerables construcciones de casas secundarias en todas las veredas,
parcelaciones que se agigantan (esto conlleva a desviación del agua con
mangueras, trinchos y acequias), más el desraizamiento de suelos y prácticas
agrícolas inapropiadas para poner a producir las nuevas parcelas.
Según El Periódico de Brasilia,
la pérdida de masa forestal en la Amazonía brasileña registró un aumento del
13,7% entre agosto de 2017 y julio de 2018, período en el que la mayor selva
tropical del mundo perdió un área total de 7.900 kilómetros cuadrados, equivalente
a unos 1.185 millones de árboles, según el Instituto Nacional de
Investigaciones Espaciales (Inpe), responsable del monitoreo de su cobertura
vegetal. De acuerdo con la organización ambientalista internacional Greenpeace,
el área perdida en la Amazonía brasileña por deforestación en esos dos meses es
equivalente a 987.500 campos de fútbol. Más de 8.500 hectáreas de bosque, el
equivalente a 10 millones de árboles, fueron destruidas entre enero y febrero
de este año en la cuenca hidrográfica de Xingú, un gigantesco ecosistema en la
Amazonía brasileña con una superficie similar a la de España, según denunció en
abril 2019 pasado una ONG. Pero ni esas cifras disuaden a Bolsonaro que, está
empeñado en cumplirle a los ganaderos y dejar talar parte de la amazonia con un
argumento simple: la exportación de carne significa divisas que le sirven a
Brasil.
1 Ex Procurador
Ambiental del Valle del Cauca, ex jefe de Gestión del Riesgo (UNGRD),
Gobernación del Valle, Profesor de derecho ambiental, Universidad Libre
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