viernes, 23 de octubre de 2020

Cultura

Cien años del escritor que revolucionó la literatura infantil

Se trata del italiano Gianni Rodari, que recodamos en el Festival de Libros para Niños y Jóvenes.

En el centenario de su nacimiento, que coincide con el Festival de Libros para Niños y Jóvenes que se está celebrando, visitar la obra de Rodari desde una perspectiva más actual sirve como tributo a un escritor que supo ponerse de forma genuina en los zapatos de sus lectores, que alentó la capacidad para inventar de los niños en los bordes del absurdo y desentrañó misterios del impulso creativo. Su labor como maestro durante la Segunda Guerra Mundial le permitió acercarse de una manera excepcional al espíritu infantil y explorar de cerca el poder transformador del lenguaje como un salvoconducto para cruzar el territorio devastado de la realidad y recorrer las geografías de la imaginación.

Gianni Rodari es ampliamente conocido en todo el mundo por sus colecciones de cuentos y fábulas, de poemas y canciones infantiles, pero especialmente por un libro que representó un parteaguas en el terreno de la escritura creativa. Gramática de la fantasía, publicado por primera vez en 1973, representa hoy una referencia indispensable de cómo disparar la creatividad a partir del lenguaje, con el fin de generar procesos de escritura autónomos y espontáneos. Con base en la experiencia directa en el aula, esta obra desarrolla propuestas como El binomio fantástico, El error creativo y El prefijo arbitrario, que sirvieron como recursos para sus propios textos. En un amplio sentido, Rodari fue un revolucionario: en la manera como pensó la infancia frente al mundo de los adultos, en la incorporación de fuentes diversas y personajes inéditos en sus producciones literarias y en el protagonismo que les dio al juego, al humor disparatado y a la invención.

Acercarse a su obra es recuperar un espacio privilegiado y necesario opuesto a la lógica, espacio simbólico que le sirve para cuestionar muchos convencionalismos y la inutilidad de ideas que justifican el poder, la acumulación de dinero, la posesión o la guerra. De carácter taciturno, no obstante la jovialidad de su obra, Rodari les concede enorme importancia al recuerdo y a la nostalgia en sus textos más personales. Sin duda, el espíritu libre de sus concepciones tuvo su centro en la infancia y el poder que tienen los niños para cambiar el mundo imperfecto y complicado que les hemos heredado.

Música y poesía

Un término de difícil definición es el de filastrocca, que en italiano se refiere a las canciones populares infantiles, vinculadas con la tradición oral, muy al estilo de nuestras retahílas. El valor musical de estas composiciones resulta ideal para crear moldes narrativos rimados y contar breves historiales de finales inesperados. Y esto es precisamente lo que abre la puerta a las primeras creaciones de Rodari, mientras trabajaba en el periódico L’Unità hacia 1947, en el que escribe bajo un seudónimo su primera retahíla, sin sospechar que sería el inicio de una avalancha de peticiones de los lectores infantiles para que compusiera nuevas poesías relacionadas con su mundo cotidiano.
La temprana vocación musical de Rodari, quien en un momento de su juventud participó en un grupo itinerante con otros amigos (él tocaba el violín), lo nutrió de dos experiencias fundamentales: el conocimiento melódico y un patrimonio de historias populares que fue escuchando en sus periplos. Más adelante estos conocimientos afloraron, de una manera intuitiva, en sus textos poéticos y narrativos.

En 1950 se publica El libro de las canciones, que reúne esas creaciones tempranas un tanto dispersas. 
Con este título inicia su obra y le da continuidad a una maravillosa manera de contar brevemente situaciones inesperadas y divertidas.

Sin duda, su poema Carnaval (ver recuadro) reúne muchos rasgos de la obra de Rodari, muy vinculada con el absurdo como una fórmula para cuestionar la realidad. Al final, un sombrero interpela a los curiosos, haciéndoles ver que lo cotidiano puede ser enormemente inusual.

Poema ‘Carnaval’

Había una vez un sombrero sin cabeza, se paseaba por la calle durante un día de fiesta.

Además de sin cabeza
tampoco tenía panza.
Sin los pies y sin las manos
se paseaba en la vía Francia.
La gente al verlo comentaba:
-Se ha escapado de la vitrina.
-Sí, es un sombrero de ladrón.
-Llévenlo a la comisaría.
-Calma -dice el sombrero.
-Hoy cualquier broma es normal.
Mucha gente va por ahí sin cabeza
aunque no sea carnaval.



'Uno y 7', de Gianni Rodari, publicado por Editorial Norma.

Foto: 

Archivo particular

El juego y la inventiva

En el terreno de la narrativa, Rodari exploró la relación inquieta entre realidad y fantasía; dejó entrar en sus historias una gama de personajes muy distintos, de naturaleza humilde, como obreros, pescadores, niños errantes, soldados... incluso números y animales, y se apropió del juego como un mecanismo para experimentar con el lenguaje y las estructuras. Dos de sus más importantes colecciones de relatos son Cuentos por teléfono (Favole al telefono), de 1962, y Cuentos para jugar (Tante storie per giocare), de 1971.

(Lea además: El fenómeno de la migración, desde la literatura infantil)

Cuentos por teléfono parte de una idea muy original: un padre que es vendedor ambulante le promete a su hija que todas las noches la llamará por teléfono para contarle una historia antes de dormirse... pero cada historia debe ser breve porque llamar desde larga distancia cuesta mucho dinero. De este modo se hilan sesenta y siete historias cortas, una constelación de narraciones que exploran distintas posibilidades de lo fantástico para cuestionar la realidad. Mecanismos como la transformación de relatos tradicionales, la irrupción de elementos extraños en la cotidianidad y la humanización de objetos inanimados sirven como recursos para cuestionar situaciones como la opresión, la ambición, la enemistad y la guerra; para darles poder a los niños y ensalzar su derecho a ser niños y, muy especialmente, para revelar la fuerza de la invención.

Otro de sus originales aportes toma protagonismo en Cuentos para jugar, donde se proponen varios finales para cada historia. La idea del cuento que se arma a la medida refuerza la idea de participación del lector y el azar para construir sentido.


'Gramática de la fantasía' publicada por Panamericana Editorial.

Foto: Archivo particular

¿Cómo surge la fantasía?

La obra de Rodari estuvo impregnada por lo disparatado. Muchas de las ideas que fue anotando durante su trabajo directo en las aulas se cocinaron lentamente hasta consolidar una didáctica de la escritura creativa. Así surge su libro Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias, en el cual propone ideas inspiradas en principios del surrealismo, como el azar, el extrañamiento, la exploración del mundo de los sueños y la reversión de la lógica. Justo en esta obra se pregunta si debería existir una “fantástica” en oposición al pensamiento estructurado y racional.

Imágenes poéticas como la piedra que cae en el estanque y genera ondas concéntricas en la superficie del agua son oportunas para explicar la resonancia que una palabra genera en la mente de quien la escucha o la lee. Ideas desafiantes, como crear a partir de los errores, inventar hipótesis del tipo “¿Qué pasaría si...?”, o alterar el uso corriente de un objeto promueven caminos inesperados para la creación. Muy embebido de las técnicas desarrolladas por el surrealismo, este excepcional manual de sugerencias rompió un dique para la producción escrita en el universo de la infancia.
Con seguridad, este libro ha sido un legado robusto que surgió de un trabajo de campo y de una concepción muy gloriosa de la niñez, un momento de la vida en que el ser humano es más pleno, más sabio y más propenso a la creatividad. Adentrarse en los misterios de la fantasía supuso en este contexto asegurar un camino renovador para la escuela.

Ciertamente, Gianni Rodari se adelantó a su tiempo. Dio protagonismo a condiciones inherentes de la infancia como la inventiva, la empatía y la felicidad que el adulto ha olvidado o menosprecia, pero que son absolutamente necesarias para preservar el futuro de la humanidad.

FANUEL HANÁN DÍAZ*

 

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