Si las ciudades tuvieran memoria propia, Bogotá recordaría con orgullo y nostalgia, como se recuerdan las cosas más profundas, la historia del Hospital San Juan de Dios. No es solo un conjunto de edificios, ni un recuerdo melancólico de la vieja ciencia. Es el pulso vital de una ciudad que ha aprendido a cuidarse, a sobrevivir y a resistir. El San Juan de Dios no fue testigo de la historia: fue parte de ella. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario