domingo, 12 de mayo de 2019

Historia de Usaquén para el Mundo

Telas colombianas 'forraron' el Apolo 11; eran resistentes al fuego y por eso la Nasa las escogió


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La cabina del vehículo en el que viajaban Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins estaba recubierta con paños de lana virgen, tejidos a mano en la fábrica de Raquel Vivas Rincón, en Bogotá.
Estos tejidos tenían una cualidad que los hacía únicos y que les permitió pasar duras pruebas en los laboratorios de la Nasa: eran resistentes al fuego. De allí que ganaran la licitación que en ese entonces se abrió para buscar este tipo de material: fueron los únicos que cumplieron con la exigencia de no hacer combustión y eso, precisamente, era lo que se buscaba para la misión del Apolo, en caso de incendio. Al parecer, el uso de mordientes -elementos que fijaban el color- les daba esta característica."A los clientes siempre les hacíamos una prueba de calidad de la tela: encendíamos un fósforo, le prendíamos fuego y esta no se quemaba, sólo olía a carne asada", cuenta Hernando Gil, quien trabajó durante 25 años en 'Telas Huatay', al lado de doña Raquel. Ella era oriunda de Floresta (Boyacá) y su taller estaba en el sector de Usaquén. Ocupaba casi media manzana."Pero además de ser resistentes al fuego, estas telas nunca perdían su color", afirma Fernando Téllez, pariente de la empresaria.Durante tres meses, al menos 12 tejedores fabricaron las telas que cubrieron el interior de la cápsula del Apolo 11. "Estas dieron la sensación de frescura terrestre, así como descanso visual y psicológico a los tripulantes", dice un reportaje de la época sobre los tejidos colombianos, publicado en EL TIEMPO.En una semana, Hernando Gil hizo seis rollos de 70 metros de largo por 1,60 de ancho para forrar parte de la cabina de mando. "Unos fueron de color blanco con amarillo mostaza, otros a cuadros de tonos negro y azul rey y algunos sólo blancos", recuerda. La lana de ovejas del norte de Boyacá y de Santander era la materia prima de los paños de doña Raquel, quien trajo sus telares de madera a Bogotá en los años 40.Incluso, el avión del presidente Nixon fue forrado con sus tejidos, así como algunos salones de la Casa Blanca, cuando Kennedy era el primer mandatario, dice el artículo de EL TIEMPO, publicado el 8 de julio de 1969.Raquel Vivas comenzó a exportar sus telas a Estados Unidos en 1954. Se las vendía a decoradores de Nueva York y estos, a su vez, al Gobierno de ese país. En 1969, año de la 'conquista lunar', esta mujer no sólo exportó a E.U. 3.200 metros de tela: fue testigo presencial del despegue del Apolo 11 en Cabo Cañaveral cuarenta años atrás. Ella recibió la invitación del Gobierno estadounidense y viajó acompañada de un sobrino.Raquel y su fábrica de telas"A todos nos trajo tarjetas con las firmas de los tres astronautas... estaba muy contenta", recuerda Diana Téllez,  familiar de esta gran tejedora, que aprendió el oficio de sus antecesores. Su mamá, incluso, obtuvo una medalla de oro por tejidos de algodón hechos a mano.Su empresa 'Telas Huatay' no sólo fue reconocida por la calidad de sus paños en el exterior -que incluso se exhibieron en Japón-, sino también en el interior del país: en Bogotá y en Medellín, por ejemplo, eran muy apetecidos sus tejidos para tapizar muebles, hacer cortinas y edredones.Por telar, diariamente, se sacaban entre dos y tres metros de tela. Cada paño, en promedio, medía 60 metros de largo por 1,50 de ancho, en cuya elaboración se podían tardar entre una y dos semanas. Los empleados, alrededor de 25, laboraban desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde, de lunes a sábado.La mayoría de ellos vivía en el sector de Usaquén. "Mi abuela, mi mamá y yo trabajamos con doña Raquel. Era estricta pero muy comprensiva", afirma José Rafael Zamora. Era una mujer dedicada al trabajo, "la mejor fabricante de telas", dice Fernando. "Era muy generosa con todo el mundo", agrega Carlos E. Soler, pariente de Raquel.Nunca se casó y tampoco quería que lo hicieran sus tres hermanas, una de las cuales se convirtió en monja. Raquel Vivas murió en 1995, cuando iba a cumplir 94 años. En ese entonces, su empresa quedó en manos de unos familiares. En el 2001, la vendieron a un tercero. Aunque la fábrica conserva el mismo nombre, hoy está reducida a un local ubicado en la misma cuadra donde existió la empresa original, pues diferentes negocios  reemplazan lo que otrora fueran el negocio de las mejores telas del país.ANDREA LINARES GÓMEZ

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