Texto: Daniela Mejía Castaño
Ilustración: Angélic
Entrevista con
Isabel Cristina Zuleta
El río Cauca: un nuevo dolor para este país
Todos somos conscientes de que sin agua no habría vida. Pero muy pocos
están dispuestos a dejar el pellejo, la estabilidad y la tranquilidad para
defenderla.
¿De dónde surge una defensora de los ríos? La siguiente entrevista explora
una respuesta.
La prensa nacional lo repite sin que parezca calar: 566 líderes sociales y
defensores de derechos humanos asesinados desde el 1 de enero de 2016 al 10 de
enero de 2019, 120 líderes sociales asesinados en los primeros 100 días del
mandato de Iván Duque. Y así. A veces las cifras cambian, crecen, decrecen. Más
de cuatro mil líderes se encuentran amparados bajo la Unidad Nacional de
Protección, es decir, están en riesgo de ser asesinados. Isabel es una de ellas
y ya olvidó cuántas veces ha sido amenazada. Más de veinte en todo caso. Es
oriunda de Antioquia, el segundo departamento que más asesinatos de líderes
sociales sufrió en 2018. Y ahora está aquí, tras mi pantalla, con el logo de
Skype de fondo, indemne. Un milagro.
La historia de Isabel con la guerra comenzó en su adolescencia. Ella tenía
14 años cuando debió salir desplazada de Ituango, para evitar que los
paramilitares se la llevaran. En el pueblo ya se habían presentado casos de
niñas que habían sido “mandadas a llamar” por los comandantes y nunca habían
regresado a sus casas. “Gracias a un tío que había sido advertido por unos
paramilitares, nos enteramos de que alias Emiro había dicho que yo era muy
bonita y había enviado a que me tomaran fotos”.
En Medellín terminó estudiando sociología y mientras completaba la carrera,
se hizo integrante de los grupos de mujeres víctimas del conflicto armado;
buscaba conversar, ser escuchada y sanarse. Con el tiempo llegó la indignación:
siendo profesora de la Universidad de Antioquia la llamaron a un foro en el que
se discutía quién construiría la hidroeléctrica Hidroituango, si las Empresas
Públicas de Medellín (EPM) o una multinacional extranjera. La postura general
era la de proteger a EPM para que se quedara con el proyecto, sin importar las
dilaciones que la misma empresa ponía para el inicio de las obras. Isabel
protestó: “Un momentico, primero hay que discutir si se quiere el proyecto o
no. Segundo, no lo debe discutir la gente de la ciudad sino la gente de mi
pueblo, Ituango”. Nadie la escuchó, pero ella misma comenzó a organizar foros
en su pueblo, en Tarazá, en Cáceres y en otros municipios que serían afectados.
Al principio, solo asistían mujeres; con el tiempo llegaron barequeros,
pescadores, agricultores, paleros, la gente de los ríos. Todos, indignados por
los atropellos. Isabel, que era una, se convirtió en multitud.
Desde 2008 la comunidad empezó a reconocerla como la defensora del río
Cauca y en 2013 fue elegida vocera del movimiento Ríos Vivos Antioquia. Uno de
sus momentos más estelares como activista y defensora del Cauca tuvo lugar en
febrero de 2019, cuando EPM prefirió lesionar el río cerrando las compuertas
del paso de agua para evitar el colapso de la represa. Esta medida atentó
contra la vida del río y los ecosistemas de su ribera quedaron reducidos a una
veintena de videos en redes sociales que mostraban pececitos saltarines,
indefensos, sobre un manto de rocas y arena que antes había sido el lecho. La
reacción de Isabel fue un video, que se volvió viral, en el que le
mostró la tragedia a esa parte del país que solo se mueve por emociones. “Yo
siento muchísimo dolor de que Colombia sea un país tan miserable que permita
semejante ecocidio —dijo—, semejante dolor para las poblaciones ribereñas que
tanto han sufrido con la guerra y que encima les toque presenciar esta
situación tan dolorosa”. Ese video fue el favorito del momento en Facebook y de
chats grupales familiares.
Sin embargo, la vida de Isabel traía, desde mucho tiempo atrás, una
conexión inexorable con las aguas vivas. “Recuerdo la primera vez que vi una
piscina porque en mi pueblo no había. La noche anterior no pude dormir de la
emoción, pero cuando llegué y vi eso sentí una decepción tan grande porque el
agua no se movía, no tenía olas, no podíamos montarnos en un neumático”, dice Isabel,
y agrega que desde ese día fue “mala para las piscinas”. Al describirse, dice
también que tan solo es una mujer indignada por lo que pasa, con muchas
angustias y dolores colectivos e individuales, pero que ha encontrado en el
proceso social una nueva familia con la cual compartirlos y encontrarles
soluciones.
¿Y cuáles son esos dolores?
La guerra, el conflicto, todo lo que hemos vivido en mi pueblo.
Dolores por las injusticias sociales, por el empobrecimiento de una gente tan
bonita y tan luchadora como lo ha sido la gente campesina. Cada día ver sufrir
más y más a la misma gente, ver los niños en peor estado, las mujeres en peor
estado: más maltratadas, más humilladas. La angustia por la situación
ambiental, un nuevo dolor. Los bombardeos quemaban bosques completos, también
contaminaban aguas. La guerra ha hecho mucho daño al ambiente pero de otra
manera, no en esta magnitud como lo hace Hidroituango.
¿Qué es Hidroituango?
Es un muro de 225 metros de alto levantado en la mitad del segundo río más
grande de Colombia, entre la cordillera Central y la Occidental. Diez millones
de personas dependen de él. Ese muro se hizo justo en el cañón del río a su
paso por Antioquia, a ocho kilómetros aguas abajo del puente de Pescadero y
justo en la desembocadura del río Ituango en el Cauca. La obra destruyó un
bosque seco tropical, uno de los ecosistemas más amenazados del mundo. Todo se
inundó, el resto lo tumbaron.
Y no solo es un muro; una represa tiene un montón de obras asociadas:
llenaron las montañas de túneles e inundaron el único puente que teníamos para
acceder a Ituango. Ahora solo se accede por la obra. Además, tenemos ocho
fallas geológicas y tiembla con frecuencia.
Hidroituango genera terror, es una forma de control territorial y un
proyecto militar porque hay cuatro bases del ejército para proteger la obra. Lo
extraño es que nunca se han visto enfrentamientos entre los militares y los
grupos armados al margen de la ley. Sin embargo, cuando nosotros protestamos sí
sale policía y aparece el Esmad.
¿Qué significa el río Cauca para Colombia?
El Cauca era el segundo río más importante del país por la población que lo
habita durante su recorrido y depende de él. Popayán limpia su basura en el
Cauca. Y Cali, la tercera ciudad más importante del país, se abastece de agua
en el Cauca al menos en un 80 por ciento. La industria cementera, cañera, los
monocultivos de cítricos, las minas de oro en Marmato, la industria del café en
el Eje Cafetero se abastecen con él. Le han llamado el río de oro por las
comunidades que ancestralmente practican la minería en sus riberas. Es un río
que tiene comunidades que asocian sus aguas a deidades. Los Nutabe tenían su
asentamiento en el cañón del río y desapareció por Hidroituango. Ahora la
comunidad está fragmentada. Los Nasa en el Alto y Medio Cauca, las comunidades
Zenú en el Bajo Cauca son comunidades anfibias. Hay pueblos a los que solo se
puede acceder por el río, no hay carreteras, como en La Mojana. En el cañón
inundado, el río tenía una fuerza increíble, no era tranquilo. Era de alta
velocidad. No era un río de recreación sino de veneración.
¿Qué hizo que usted se volviera defensora del río y su comunidad?
Me di cuenta de todas las mujeres afectadas por Hidroituango. Estas mujeres
habían huido de la guerra, eran madres solteras, sus esposos estaban
desaparecidos o los habían asesinado, el río fue su refugio, donde se
resguardaron con sus hijos después del dolor. Me di cuenta de esa situación.
Además, yo nunca pude resolver por qué me sacaron a mí, por qué me desplazaron
a mí, por qué me arrebataron mi niñez, mi juventud, así que cuando empecé a
escudriñar la relación del conflicto armado y la construcción de la obra fue
como encontrar el tornillo que me hacía falta, entender las masacres, la
desaparición forzada, la persecución los líderes y el asesinato sistemático.
Hidroituango es mucho más grande que el problema del narcotráfico; con
Hidroituango controlas el territorio porque se comunica el Pacífico con el
Caribe y el centro del país.
Varios integrantes de Ríos Vivos Antioquia, opositores a Hidroituango, han
sido asesinados en la zona de influencia del proyecto o cerca de ella. La
situación incluso ameritó un comunicado de EPM, el 11 de mayo de 2018, en el
que condenó estos hechos. ¿Por qué decidieron crear Rios Vivos y cuándo se
iniciaron los asesinatos en su contra?
Éramos un montón de comunidades aledañas que teníamos una relación
ancestral con el río y a quienes se nos prohibió acercarnos a él. Ahí fue
cuando decidimos agruparnos. Nadie sabía qué era lo que pasaba, solo que una
gente decía que ya no se podía entrar al río. Nuestra primera lucha fue por no
dejarnos sacar del territorio, ya habíamos sido víctimas del desplazamiento
forzado, del desarraigo producido por la guerra. No queríamos volver a irnos.
En el año 2013 mataron al primero de nosotros, Nelson Giraldo. Los ataques que
tuvimos entre el 2010 y el 2014, por parte de la fuerza pública, fueron
insoportables. Nos perseguían, era imposible vivir. Me decían que yo era alias
La Crespa, que mi defensa por el territorio solo lo hacía un guerrillero.
¿De qué manera influye en su liderazgo comunitario el hecho de ser mujer?
¿Ha sido discriminada por su género?
Recuerdo mucho cuando fui elegida vocera del movimiento Ríos Vivos
Antioquia. Un sector de hombres decía que este problema necesitaba un hombre
para resolverse, que con una mujer nunca se podría. Los militares y EPM decían
lo mismo.
Yo pienso que no nos maltratarían tanto si no fuéramos mujeres; no amenazan
a un hombre con violarlo. A las mujeres nos amenazan con asuntos
característicos del ser mujer. Cuando en 2013 nos detuvieron al protestar
contra los desalojos causados por Hidroituango nos subieron a los
helicópteros de EPM, a las mujeres nos empezaron a tomar fotos de los senos, de
las nalgas. Una vez, amenazaron a una integrante del movimiento, al pedirle
ayuda a la UNP le respondieron que para tomar las decisiones de seguridad tenían
que hablar con su esposo y no con ella.
A los hombres no les exigen ser nada, son lo que son. A las mujeres nos
toca ser otro montón de cosas que no somos. Si no sabemos, nos arrasan. Y esta
discriminación hace parte de ser mujer y al mismo tiempo defensora de los ríos.
Volviendo al tema de la represa: si se compara con otras obras de
Latinoamérica, ¿qué tan grande es Hidroituango?
No tiene comparación. Brasil construyó unas cosas monstruosas, represas de
más de 9.000 MW [energía suficiente para iluminar más de un millón de estadios
o más de cincuenta millones de casas]. La capacidad de Hidroituango
es de máximo 2.400 MW. Y aún así no hay en Colombia otra que genere al menos la
mitad de esta energía.
Generar energía a partir de la fuerza del agua suena sostenible, ¿son los
proyectos hidroeléctricos malos en sí mismos o pasa algo especial en el caso de
Hidroituango?
Retener un río es malo, su dinámica es ser libre. Él establece su curso, no
es definido y puede cambiar incluso su desembocadura. No es solo el agua, son
sus montañas, su flora, es su fauna, la vida acuática la vida terrestre y somos
los humanos que lo habitamos. Es una dinámica compleja. Es agua subterránea y
agua atmosférica, que incluso cambia las nubes. Es entender que no podemos hacer
ríos. Nadie puede crear otro Éufrates, otro Nilo, otro Cauca.
¿Qué injerencia extranjera ha tenido el proyecto?
Muchísima. Nos han vendido la idea de que es un proyecto público pero la
Caja de Pensiones de Quebec y el Fondo del Fomento de la Exportación de Canadá
invirtieron en el proyecto. Brasil está con su Banco de Pensiones y es quien le
suministra las turbinas a Hidroituango. También con Camargo Correa, que tiene
el contrato más grande de la obra y muchos escándalos de corrupción. Estados
Unidos, a través del BID, prestó cerca del 50 por ciento del dinero. Con el BID
Invest llegó la banca china. Está la banca alemana con el KFW Ipex, la banca
española con el Banco Santander y el BBVA. Es un panorama muy europeo y
norteamericano.
El agua que hemos malgastado es
incalculable. Todos los días se conoce el nombre de un nuevo río que está en
peligro de desaparecer, una comunidad que sufre sequía y enfermedades por la
mala calidad del agua o una playa infestada de plástico. Pareciera que los
humanos odiáramos el agua.
Es la clase politiquera. No hemos entendido que el agua es un bien
colectivo del cual dependemos todos. Yo veo un país enamorado del agua, pero
que se le ha olvidado que le toca salir a defenderla, porque unos pocos están
decidiendo sobre ella. La lucha por el agua no tiene distinción, he visto a
políticos del partido de la U, del Centro Democrático y Cambio Radical unirse
por el agua. Si se les toca el agua a los indígenas se les toca a su dios. Los
consejos comunitarios de los afro se dividen por el agua. La burbuja que maneja
el agua no se conecta con ella, siempre tiene una llave dispuesta para cuando
le provoque cerrar su paso; le tiene un precio. El resto del país, si le da la
espalda al río, se muere.
¿Cómo se puede ayudar a Ríos Vivos Antioquia?
Divulgando la información, aquí todos los días pasan cosas. A una compañera
hoy la presionaron a que firmara un papel en donde exoneraba a EPM de su
responsabilidad. Estar pendiente de nuestro Twitter @riosvivoscolom. Que se
difunda la información, que hagan el ejercicio de exigir nuestra protección
ante las embajadas, al gobierno. Las embajadas son cruciales, cuando afuera
suenan este tipo de cosas se hace algo. Aquí no valemos nada. Las cartas
exigiendo el respeto de nuestros derechos humanos, incluso una llamada nos ha
salvado la vida.
Para cerrar, quisiera pedirle un mensaje para las mujeres comprometidas con
el liderazgo social en el país y que se sienten solas, sin apoyo real de la
sociedad y del Estado por el hecho de ser mujeres…
Parte de ese sentimiento de soledad es una imposición patriarcal. Han hecho
que no queramos estar solas, que busquemos siempre a los hombres para
acompañarnos. Hay que aprender a disfrutar esa soledad y encontrar a otras
mujeres con las que construyamos nuevas familias. Recuerdo muchísimo a mi madre
permitiendo que le pegaran, que la maltrataran, solo por no querer estar sola.
Desde entonces supe que la necesidad de no sentirnos solas era un arma del
patriarcado. Pero lo cierto es que la soledad hace parte de nuestra revolución.
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