Recuperación sostenible: una oportunidad única para América Latina y el Caribe
Las consecuencias sociales y
económicas del Covid-19 presentan una oportunidad histórica para que América
Latina y el Caribe alinee la acción climática con los objetivos de desarrollo.
Con más de medio millón de víctimas mortales y
una contracción económica del 7,4% en 2020, América Latina y el Caribe
es la región más afectada del mundo por la pandemia, lo cual no solo ha tenido
repercusiones en la salud, sino también en el empleo, la infraestructura y la
economía en su conjunto.
Si bien el virus aún avanza
implacable, los gobiernos deben comenzar a buscar estrategias de recuperación.
Considerando que el cambio climático y la biodiversidad son claves para una
región tan entrelazada con el mundo natural y dependiente de los combustibles
fósiles, la región necesita un enfoque transformador. Esta es una forma
eficiente de asegurar un desarrollo sostenible e inclusivo, de generar los
trabajos que necesitamos y de abordar las desigualdades existentes que la
pandemia ha puesto de relieve tan profundamente.
Una recuperación sostenible debe
tener un fuerte enfoque en aumentar la resiliencia de los sistemas de salud,
educación, vivienda y otros sistemas sociales, para mitigar los peores efectos
del clima futuro y los impactos pandémicos.
Esto podría lograrse mediante una infraestructura de
servicios básicos, para brindar servicios económicos de bajo impacto
a las poblaciones, en áreas tales como la energía, el agua y el transporte y,
al mismo tiempo, minimizar la presión sobre el medio ambiente.
El potencial de las soluciones basadas en la naturaleza también
debe aprovecharse mejor para ayudar simultáneamente a reducir las emisiones de
carbono y a aumentar la resiliencia a los impactos climáticos. Restaurar
manglares para mitigar las inundaciones costeras, por ejemplo, es el tipo de s
soluciones que podría lograr estos objetivos.
El papel de la naturaleza fue
destacado recientemente por el informe Dasgupta sobre
la economía de la biodiversidad, que pide cambios fundamentales en nuestras
economías si queremos revertir la pérdida de biodiversidad, proteger y mejorar
nuestra prosperidad y prevenir el colapso climático. Esto es especialmente
relevante para América Latina y el Caribe, la superpotencia mundial de la
biodiversidad, que posee alrededor del 40% de la biodiversidad mundial.
Pero para que este tipo de
recuperación se materialice, es necesario que haya un cambio en los sistemas
financieros, los cuales actualmente carecen de una consideración seria de la
sostenibilidad. Además, aún se les alienta a invertir en combustibles fósiles
y, por lo tanto, son vulnerables a los riesgos de invertir en activos varados.
Recientemente, el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) publicó su Plan de Acción de Cambio Climático 2021-25,
un documento que habla de las tensiones inherentes entre recuperarse de la
emergencia de salud y tomar medidas sobre el cambio climático.
El plan analiza el progreso que
la organización ha logrado desde 2016 “para respaldar la necesidad de la región
de financiamiento para el desarrollo con bajas emisiones de carbono y
resiliente al clima y su plan para aumentar la ambición climática de forma
continua”, y tiene un fuerte enfoque en alinearse con los objetivos establecidos
por el Acuerdo de París.
El BID se asegurará de que sus
operaciones ayuden a los gobiernos en la planificación sostenible, las
políticas y la transición de los sistemas fiscales para aliar las economías de
crecimiento con la acción climática.
También se considera la
recuperación como un proceso de desarrollo en un futuro lejano, y si bien el
informe se centra particularmente en los próximos cinco años, también toma en
cuenta lo que se necesita para que la región logre con seguridad los objetivos
de París de construir economías de cero emisiones netas y resilientes al clima
para 2050.
Con la ayuda del BID, este
enfoque a largo plazo es esencial en la región para asegurar una transición
justa a cero emisiones netas y evitar que se quede atrapada en vías de
desarrollo intensivas en carbono, que inevitablemente resultarían en más
riesgos financieros a futuro.
De manera alentadora, como vimos
en la Cumbre sobre la Ambición Climática en diciembre pasado, muchos países de
la región anunciaron reducciones de emisiones más ambiciosas para 2030 y
establecieron metas para lograr cero emisiones netas para mediados de siglo.
Países desde Jamaica hasta Chile están conectando la acción climática con una
recuperación sostenible, un beneficio mutuo para cumplir con los objetivos
globales del clima y la biodiversidad.
El inmenso daño causado por la
pandemia, el empeoramiento de los impactos climáticos, y la fuerte caída en el
costo de la energía renovable y los vehículos eléctricos están agudizando la
determinación de la región para respaldar esta transformación. La región debe
abrazar esta agenda o, de lo contrario, quedar atrás tecnológica y
económicamente, a medida que se acelera la carrera mundial para alcanzar cero
emisiones netas.
En este sentido, ahora es el
mejor momento para ampliar enormemente los esfuerzos existentes en la región de
organizar e implementar planes nacionales de descarbonización.En noviembre de
2020, el BID publicó un estudio que demuestra que el plan
nacional de descarbonización de Costa Rica aportará 41 mil millones de
dólares en beneficios netos entre 2020 y 2050. El plan aumentaría, por ejemplo,
el secuestro de carbono forestal que conduciría a mayores servicios
ecosistémicos, el uso de vehículos eléctricos que mejoren la calidad del aire,
y la eficiencia energética dentro de los edificios.
El objetivo del documento es
ayudar al gobierno a comprender mejor la política climática y los planes de
descarbonización a través de un análisis de costo-beneficio y la recomendación
de cambios tangibles e inmediatos.
Ahora el BID está buscando aplicar las lecciones aprendidas a países vecinos como Perú, Chile y Colombia y tiene la intención de promover la participación intersectorial entre los ministerios de medio ambiente y los actores clave del sector privado, lo que puede ayudar a cambiar la discusión únicamente de la mitigación climática a la de desarrollo sostenible. El apetito por una recuperación sostenible está aumentando. Ahora es el momento de aprovechar esta oportunidad.
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