sábado, 23 de febrero de 2019



La huerta que les da una
segunda oportunidad a las 
abejas 

Está en una biblioteca pública, junto a los cerros, y acoge a otros polinizadores como los colibríes

Huerta

Flores y hortalizas fueron sembradas por la comunidad en la huerta de la biblioteca.
Foto: 
Márgareth Sánchez. S
Por: Redacción Bogotá 
Frente al cerro de La Peña, en los cerros orientales, se encuentra la biblioteca que lleva el mismo nombre. Y en su jardín hay una huerta que tiene como meta atraer insectos polinizadores para repoblar esta zona.
El proyecto de huerta orgánica fue desarrollado en una alianza entre la Biblioteca Pública La Peña y la agrupación Fanzaquía, quienes están enfocados en los apicultivos. Con ello, lograron desarrollar talleres de capacitación para la población de los barrios La Peña, Los Laches, entre otros. 

Allí, aprendieron sobre el cultivo de flores, hortalizas, y otros alimentos, y la necesidad de diversificar las huertas urbanas para facilitar la vida de insectos como las abejas y abejorros, y otros polinizadores (como los colibríes), que son claves para el equilibrio ecológico.

Christina Silva, coordinadora de la Biblioteca Pública La Peña, explicó que los talleres se desarrollaron entre septiembre y noviembre del año pasado, dos días a la semana.

En ellos participaron cerca de 44 habitantes no solo de los barrios, sino de otras zonas, muchos de los cuales cuentan con cultivos dentro de sus viviendas.

La zona de La Peña y Los Laches es semi rural. Está ubicada en la localidad de Santa Fe, junto a los cerros orientales, y por eso su importancia en servir de casa de insectos, que se han visto amenazados por la utilización de agroquímicos en los cultivos.
Huerta 1
Con las flores que se plantan en este espacio se atraen las abejas y aves como los colibríes, que polinizan.
Foto: 
Márgareth Sánchez. SCRD
Julián Carrazo, de la agrupación Fanzaquía, la cual desarrolló el proceso, explicó que estos barrios ubicados junto a los cerros son estratégicos y sirven como zona de amortiguación para la entrada de polinizadores a la ciudad.

“Ellos son claves para la reproducción de las especies naturales y también para la producción de alimentos como la miel”, recordó.

Estos talleres ayudaron a que la huerta de la biblioteca pública (que funciona desde el 2007) se transformara, pues antes funcionaba en un pequeño espacio. Gracias al trabajo de 22 de los 44 participantes y de los talleristas, atrae a decenas de insectos, que llegan a chupar los frutos de las flores que sembraron.
"Los talleres fueron muy importantes porque nos enseñaron mucho del cultivo en la ciudad y también de la importancia de sembrar flores en los jardines para atraer a las abejas"
Hoy hay al menos cuatro camas de tierra, en donde se siembra lechuga, aromática, romero, y algunas frutas. La huerta cuenta con un sistema de riego de aguas lluvias, y también un centro de compostaje donde los habitantes del barrio llevan algunos de los residuos que podrían terminar en bolsas de basura, pero que aquí funcionan para alimentar la huerta de la comunidad.

Con todo este aprendizaje, muchos de los participantes han podido mejorar sus jardines o sus huertas. Una muestra de ello es la casa de Helena Ordóñez, una abuela de 79 años. Ella vive hace 25 años en el barrio y tiene uno de los jardines más grandes, donde se encuentran desde aguacates hasta gallinas.

“Los talleres fueron muy importantes porque nos enseñaron mucho del cultivo en la ciudad y también de la importancia de sembrar flores en los jardines para atraer a las abejas. Ellas son importantes porque mientras van comiendo los frutos de las flores, van polinizando. Es algo básico para mantener con vida la naturaleza”, señaló la mujer.

Mientras exhibe las plantas que se dan en el jardín de la parte trasera de su casa, recordó: “Si acabamos con las abejas, básicamente acabamos con la vida en el planeta”.
En su casa se encuentra de todo. Hasta la granadilla que muchos le dijeron que no se iba a dar. En un recorrido por su casa nos acompañó también Carlos Rodríguez, de 74 años, y quien también asistió a los talleres.

Yo no tengo jardín en mi casa, por eso colaboro tanto en la huerta de la biblioteca. Allá aprendimos, además, que los residuos de la comida sirven para alimentar los cultivos. Esto es muy bueno porque normalmente eso termina en la basura”, señaló.

Julián Carrazo, de la agrupación Fanzaquía, recordó que este proyecto se llevó a cabo gracias a una de las becas del programa Estímulos –que en este caso fue entregada por la Fundación Gilberto Alzate–, las cuales se lanzan cada año. En este 2019, esas ayudas cuentan con 17.000 millones de pesos, el presupuesto más alto de los últimos cuatro años.

Por parte de la agrupación, participaron en el proceso, además de Julián, Alejandra Gamba, Sergio Lesmes y Angélica Pinzón. Ellos ayudaron a mejorar el proceso de aprendizaje sobre agricultura urbana en la ciudad, y sobre producción de miel, para enseñarles a diferenciar entre el sirope y la miel de abejas.

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